Pero sí, hablemos, nosotros que no somos niños; estamos, estamos en el tiempo como en este viaje: dentro. ¿Es que no ves que no hay ya cuatro ni tres ni dos tiempos?
Tantas veces me he precipitado en el abismo negro que sé caminar en la oscuridad.Y cortar mil veces, diez mil veces seguidas la cabeza de la hidra, sin hacerme la ilusión de que le impido proseguir todavía y siempre su siniestro crecimiento. Años creyendo o no en un nacimiento hecho para permitirle a la muerte tomar el sol, otros para teñirla de colores violentos: nos reconocemos.
Por el momento, gran lobo marino, bogamos sobre un agua calma, clara, sólo agitada por visiones de riberas donde horrores, torturas y guerras se agitan y nos acechan.Pero nuestras olas sólo forman una vasta ondulación que respira al ritmo de nuestra locura.Luz, y la oscura pasión que nos empujará hasta el fin, siempre hasta el fin y más lejos. Allí donde te estrecho como si nuestras pieles fueran a disolverse al contacto de una con otra,hacer de nosotros un solo ser invisible.
Tu voz es clara, pero cuando viene ese velo de tristeza, cuando apenas empezado el viaje dudas nuevamente de su término, ¿cómo callarme, y cómo hablar? A su tiempo esa tristeza, mi amor, a su tiempo todavía lejano y doble. Por grande que sea la oscuridad, no hay negrura que me haga retroceder.
Tú, y todavía tú.
A fuerza de nadar en las grandes aguas negras, se aprende a flotar en la oscuridad.Boya de las peores tinieblas. Excluida? ya las vejeces humillantes, las pesadillas sanitarias;y el resto no es para ahora y ya no hay más soledad posible. ¿No has comprendido qué regalo de vida fue que no murieras hace un año? Corte. Partida. Y lo desconocido que se tiende por muchos años todavía, si quieres explorarlo con tus ojos de niño.
"Los autonautas de la cosmopista", Julio Cortazar y Carol Dunlop